En la Villa y Corte de Madrid, a las 00.50 horas del nuevo día, el 29 de un casi agotado Septiembre, y en presencia de su padre Alex y su bisabuela Llanos, Ana decidió desvelarnos su rostro y tomar posesión de su exclusivo espacio en la historia y en nuestras vidas.
Irene –la más feliz madre al alba de tan inolvidable día- ha hecho digno honor a su fama y con alegre entereza y generoso verbo nos ha amenizado la espera antes del parto, en el parto y después del parto. A quienes esperábamos en la antesala del quirófano (cuatro flanes temblorosos a punto de adquirir esa envidiable categoría de abuelos, su tío Juan y Juancho, como padrino y autor del proto-reportaje gráfico que se os hará llegar oportunamente) nos iban informando detalladamente en los espacios inter-contracciones de todos los avatares de ese maravilloso y nunca explicable proceso por el que una nueva criatura viene al mundo. Y es que Irene –genio y figura- ha hecho uso del móvil hasta pariendo.
Ana… ¡Ya la veréis!, que no es pasión de abuelo… -¡que no, que nó!. Es, además de una buena moza de 3.500 gramos al nacer, despierta, entrañablemente diminuta, bonita-bonita-bonita… ¡UNA RATA!.
Os llegarán las fotos tan pronto nos sea posible. Un beso muy fuerte a cuantos nos habéis acompañado en tan entrañable y larga faena. ¡Ha merecido la espera!
Cheche