martes, 14 de abril de 2009

AMORES SE VAN MARCHANDO…

En apenas cuarenta y ocho horas han muerto dos grandes virtuosos de la voz. Cantaor de hondura y duende, amigo de muchos amigos, simpático vividor y maestro indiscutible de los cantes de su Cai, Chano Lobato. Juglar del amor, de la vida y la muerte, voz de muchos matices, compañera de tantas noches de estudio junto a la radio, inolvidable acicate sentimental de quienes ya pintamos solo canas, Maritrini.
¿Será verdad que todos hemos escrito un poema huyendo de la soledad… o de una barca junto al mar…? Os propongo, en memoria de ambos, una osadía maravillosa: revisad vuestros papeles y recuperad eso que un día escribimos y que nuestra timidez proscribió al anonimato. Yo, para romper el hielo y provocar a las musas familiares, he buscado mi viejo block escrito a tinta y, sobreponiéndome al pudor tras el que ocultamos nuestros líricos devaneos, os lanzo mi guante:

Letrillas, en memoria de Chano:
Si quieres que yo te quiera,
quiéreme como te he querío,
es difícil que no mueran
cariños no correspondios.

Entre los olivos suena,
el canto de un jornalero,
escupe su negra pena
como sus quejas el jilguero.

Por la montaña de plata,
baja, cansino, el piconero,
lumbre trae para su casa
que no se apague el brasero.

Por un cortijillo blanco
tú me diste calabazas,
¡que cortito fue tu canto!
ahora mueres de añoranza.

Sanlucar de Barrameda,
dormidita junto al río,
ve cómo huyen las penas
a morir en el mar bravío.


Y estos otros viejos versos con añejo sabor a mar, en recuerdo de Maritrini:

De la montaña a la playa
bajan mis recuerdos,
rotos.
Se revuelcan en tus brazos
azules, salados,
nerviosos.
Acunado en tus serenas aguas,
cuéntame tus cuitas,
Mare Nostrum.
Pinta en tu húmedo espejo,
ilusiones viejas,
añoradas.
Mis juegos en tu rivera mojada,
cálidas mañanas
de agua.
Nuestras silenciosas parrafadas
en la vieja galería,
encantada.
Lejos de tus saladas barbas,
la fría meseta
castellana,
a girones me arranca la vida
y emborrona tu obra
despiadada.
A beber tu historia milenaria
acude, sedienta,
mi barca.
Me seducen tus fértiles noches
de jazmín y albahaca,
tu calma.
Un enfado de dos largos años
me costó tu última
jugada.
Vuelvo ahora, paciente amigo,
pringado de pena,
dolido,
a retomar el cabo perdido,
a lavar mis culpas,
arrepentido.


¡Lo dicho!, a ver quién se anima.
Cheché Hirschfeld.

1 comentario:

  1. ufffffffff, has puesto el liston muy alto, pero la verdad que me ha recordado cuando yo tenia el pelo castaño y no tan blanco como ahora

    ResponderEliminar