




ASÍ FUE SI ASÍ OS PARECE
Serían la una o una y media, tal vez las dos o las dos y media o tres, en todos los relojes de según qué parentela y con una puntualidad nada fiable y bastante familiar, cuando el primer acto del incalificable evento empezó a cobrar vida propia, agitada y generosamente efusiva.
El escenario, por sí mismo, era todo un privilegio. En San Isidro, al sur de una España copiosamente nevada o calada hasta las raíces por las persistentes lluvias de un bronco diciembre, una anacrónica e imprevisible primavera se había enseñoreado de la hacienda de San Joaquín, temeraria y generosamente cedida por la dinastía Lamothe-Barceló para nuestro familiar encuentro. Veintiún grados a la sombra, una atmósfera limpia y clara, un luminoso sol irisado por la suave gama del otoño malagueño y el afán colectivo de regalarnos un revolcón sentimental y afectivo propiciaron una sensación térmica y emocional muy grata, distendida y abierta a la sorpresa de cualquiera de las ocurrencias que pudieran darse. A causa del avituallamiento y en mi condición de colaborador intendente llegué cuando en San Joaquín aún reinaba el silencio. Un lavado de cara y un pallá y pacá de escobas, fregonas y cubos lo habían dejado niquelado, acogedor y escamondado. Los dos fines de semanas anteriores una cuadrilla, cuyos componentes no menciono por si la información que tengo no es fidedigna, había quitado lo más gordo y la víspera, tras depositar los utensilios imprescindibles para el evento, rematamos la faena. Los últimos toques, a destornillador y broca, fueron obra -¡cómo no!- de Álvaro, nuestro decano.
LOS CHÍCHAROS DE CHICHA
Tal y como habíamos quedado la víspera, los primeros en llegar fueron los porteadores de los “apreparos” del soñado cocido andaluz, cuya receta no es otra que una materia prima de buena calidad y muchas horas de esmerada, cariñosa y sabia cocción. Y de todo ello Chicha, como tantas veces hemos podido comprobar, va muy sobrada. Gracias por tu tiempo y tu arte para alear y trabar garbanzos, guisantes, calabaza, manteca, chorizo, morcilla… en pro de una obra sabrosa y perfecta. ¡Gracias!
Mané, administrador único e incansable y esforzado muñidor de la complicada y prolija intendencia, había hecho acto de presencia, en compañía de Jaime, a primera hora. También a ti, Mané, gracias por tus desvelos y meticulosa gestión de compras, encargos, avisos y… ¡Gracias!
Junto con las ollas, las garrafas de caldo, los jamones… y como transportista de demostrado prestigio, llegó Juanchu más Sonsoles, Antonio y Mª Victoria.
Estábamos en el día D y a escasos minutos para la hora H. Había que organizar la cocina e ir colocando el imprescindible mobiliario para dar digna acogida a tanta gente. Sobre el fogón hervían pausada e insistentemente los garbanzos. Éramos muchos los convocados y de varios rincones del universo hispano. Iríamos llegando poco a poco y, según el mejor saber y entender de cada uno, fuimos colaborando en cuanto pudimos. De Benagalbón arribaron, en transportes Suárez, Fernando, Aurora (facedora de tortillas) y Rocío. Consigo traían el hielo y abundante y variado material. ¡Gracias!, también a ti Fernando, por tanta y tan cualificada aportación. Tras descargar y ordenar los distintos enseres, se sumaron a la común faena de colocar y recolocar sin dejar de darle a la sin-hueso, tarea para la que cada vez se iba contando con más gente. De Marbella llegaron Carlos y Elisabeth. Ésta última bastante recuperada de su larga, pesada y aún por diagnosticar dolencia. Chuchi, Merche y María viajaron desde La Cala. Ella proto-autora del E-mail para reclamar la jornada de éste año y él, a pesar de su tradicional fama de Peya, un proveedor excelente de antequeranos roscos y mantecados, riquísimas aceitunas de Mollina y muñidor de un buen horno para la cocción de las tortas. De El Rincón de la Victoria Francisco, Adela y sus postres y Nacho y Alicia. Gracias a éstos últimos por su detalle, recordatorio de tantas onomásticas y cumpleaños. Una buena partida procedente de Madrid, con escala en Málaga de vísperas, arribó a mediodía: Paloma (convaleciente aún), Alvarito, Sandra, Zambullo, Pepa, Javier, Álvaro, Ignacio, Alberto, Laura, Lucía, María, Manuela, José, Maribel, Clara, Pilar y su catering infantil, Alex, Irene, María y Gabriela. Esperanza, Cristina, José María (recuperado ya de su raro e imprevisto achaque), Maravillas (más tortillas para zampar), Rafa, Mara (magníficos bizcochos para merendar), Jaime, Marta, Álvaro, Manolo, Cati, Manolillo, Nachete, Nuria, Ángela, Carlos, Chato (animador por correspondencia en los días previos), Chiqui y sus tortillas, Lamothe, Sonsoles y Curro viajaron desde Málaga, capital de la Costa del Sol. Julián, Aurorita, Lola, Fernando, (Macarena hizo acto de presencia al día siguiente) y Pablo viajaron desde el cercano Torremolinos. De Fuengirola, pedanía de Córdoba, se desplazaron Miguel, Miguelito, María del Mar, Manu, Ester, Manu y Candela. Y finalmente de Granada, tierra de Moros, vinieron Chanque y Yeni. En total fuimos 76 parlantes y semovientes para comer y convivir durante muchas horas. Asistimos el 69.7% de los posibles. No vinieron 16 de Madrid, 7 de Málaga, 4 de Melilla, 1 de Mijas, 2 de La Rioja, 2 de Milán y 1 de Londres. A todos les echamos de menos y esperamos que el próximo año estemos todos. En compensación nos acompañaron intermitentemente Gonzalo, Isa, Alejandra, Juanito y Carola. Y, cómo no reseñarlo, también estuvieron Dino, Isla, Felipe y Tula, cuatro chuchos de raza cuyos apellidos ignoro.
Espero no haberme olvidado algún nombre pero si así fuere, no busquéis tres pies al gato, achacadlo a mi provecta edad y sus efectos en la memoria.
¡HAGAN JUEGO!
El patio del cortijo se fue tornando en una auténtica algarabía de comentarios y charlas en grupos peripatéticos o de mozas apoltronadas desordenadamente cara al sol. Las mesas, cuidadosamente preparadas, se llenaron de platos de queso, aceitunas y jamón recién cortado, no sin dificultad por la mala calidad del cuchillo ad hoc. ¡Estábamos muy a gustito! Algunos llevábamos bastante tiempo sin vernos y disfrutábamos del reencuentro. Los niños, de todas las edades y raleas, pululaban en torno a las mesas e incluso por los aledaños del agro. En general, salvo honrosas excepciones, unos auténticos angelitos. Aunque el trío Candela, Manuela y Lola, lo más parecido a las bombas de racimo, mantuvieron nuestra atención y tensión casi al límite.
Desde un primer momento el fondo musical, a veces sonoro estruendo, se mantuvo a un nivelazo. El maestro de ceremonias, Manolo, complació siempre las demandas y los gustos de la concurrencia y los suyos, por supuesto. Como en botica de todo hubo. Amenizados por los distintos himnos de los diferentes Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado comieron los chavales y dimos cuenta del aperitivo los mayores.
Y sin solución de continuidad, bajo el emparrado del patrio trasero y armados de plato y cuchara, formamos cola ante la enorme olla de cocido. Seguidamente nos íbamos sentando ordenada y serenamente. Dimos cuenta del cocido, ¡como Dios manda!. Algunos repitieron e incluso hubo quienes por tres veces saludaron a la olla. Y tras los postres de Adela, el café y la copita… un vigilante reposo y más copitas a discreción del respetable. Hubo quien abusó del reposo y fue víctima de su falta de celo in vigilando. Es el caso de Lamothe, sorprendido mientras dormía y paseado a hombros, desde el salón al patio trasero, bajo los acordes del himno de la legión.
Mientras trece litros de aceite se calentaban en la cocina para freír las cáscaras de limón y abrasar el ajonjolí y la matalahúga, nos merendamos el muy recomendable bizcocho de Mara y fuimos posando, no sin el acostumbrado cachondeo para las fotos de rigor.
CON LAS MANOS EN LA MASA
Las tortas, en un principio, fueron un buen pretexto para reunirnos pero ahora son ya algo más. Los niños esperaban anhelantes el momento de comenzar la tarea y merodeaban entorno al lebrillo. Tras la orden de comenzar, el recipiente se cubrió de bracitos sobre los que iban cayendo cuarenta kilos de harina, doce de azúcar y un tazón de canela. Todos a una, en la más perfecta anarquía, removieron los ingredientes hasta mezclarlos totalmente. Ni que decir tiene que las cabezas, las caras y las pecheras de todos ellos se tornaron blancas y polvorientas, bajo unas expresiones de felicidad francamente indescriptibles. Finalizada esta faena les llegó su hora a los mayores. Retirados los niños, trece litros de aceite y otros tantos de vino se hicieron hueco en el centro de la harina. Tras un amasado de urgencia y elemental, se dio la oportunidad de nuevo a los pequeños que esperaban ansiosamente. Disfrutaron de lo lindo y de vez en cuando hubo que sacar a Lola del centro de la masa.
Disponíamos de una hora límite para depositar las tortas en el horno y en función de ello, grandes y pequeños, nos dispusimos a ir dando forma a los pellizcos de masa que íbamos arrancando. Sobre unos tablones de Fernando, forrados con trozos de papel de horno, fuimos depositando ordenadamente las multiformes porciones. Tan pronto se hubieron completado los paneles disponibles, iniciamos los procedimientos para su transporte al horno. Pero ¿cómo hacerlo sin machacar las tortas al sobreponer los paneles? Entre Fernando, Chucho, Alberto y Rafa, perfectamente arropados por los chavales, fueron haciendo un entramado de cuerdas en el interior de la Ford Transit para posar las tablas a distintos niveles. Y para controlar el balanceo de las tablas y evitar que todo se viniera al suelo con el movimiento, situaron una silla en el interior y sentaron a un niño para controlar. Los cuatro adultos mencionados, de los niños nada digo pues peleaban por ocupar un lugar en la furgoneta, se chuparon el transporte y la prolongada espera en el horno por dos veces. ¡Conviene reseñarlo!.
La primera hornada de tortas, calentitas y crujientes, llegaron a última hora de la noche y su inmediata cata nos confirmó que este año habíamos acertado plenamente. El resto durmieron en la panadería y las recogeríamos a día siguiente.
Finiquitamos la noche con un caldito sabroso y consistente, más jamón y más queso, roscos, mantecados y polvorones y nos despedimos hasta el día siguiente. Eran los albores del día siete.
REMATANDO LA FAENA
Según lo habíamos programado, nos volvíamos a reunir para limpiar, recoger, ordenar, comernos las sobras del día anterior y celebrar el cumpleaños de Lucía como Dios manda. Pero antes de despedirnos el día anterior, Antonio se ofreció para cocinar unas papas con huevos estrellados y, como a nadie le amarga un dulce, aceptamos su generosa oferta de muy buen grado.
Entre muchos pelamos un saco de patatas, varios kilos de cebollas, un montón de ajos y, tras partirlos adecuadamente, lo cedimos todo a Antonio. Este y Fernando estuvieron trajinando sobre dos fuegos hasta la hora de comer. Agradecidos y felices aplicamos adecuadamente la economía del pobre: ¡Reventar antes que sobre! Y a fe que lo hicimos. Estaba todo buenísimo. Y de postre ¡tarta de cumpleaños!, made by Adela. Tras los cantos de rigor, la digestión a medio hacer y provistos de carretilla y bolsas, algunos mayores y todos los niños nos adentramos en el naranjal para rematar el día. Los niños disfrutaron como sólo ellos saben y pueden hacerlo cuando se les libera de trabas y vetos. Manuela y Clarita hicieron causa común y mientras la primera se aupaba a la copa de cualquier naranjo la segunda simulaba imitarla a pie de árbol. Entre todos, grandes y pequeños, cogimos suficientes naranjas como para dotar los fruteros de todas las familias concurrentes.
MISIÓN CUMPLIDA
En nombre de todos creo poder afirmar que nuestros objetivos se han alcanzado sobradamente. Si la cara es el espejo del alma, ésta ha debido sentirse plenamente satisfecha y feliz con tan familiar compañía. Todo nos ha salido a pedir de boca y sin contratiempo alguno. Las tortas están muy ricas y fácilmente comestibles. El año que viene, si la vida nos respeta o nosotros respetamos a la vida, repetiremos la faena con más gente, más risas, más bullicio y más ganas.
Cuanto aquí os cuento será explicitado con las imágenes de los videos existentes.
¡FELICES PASCUAS Y PRÓSPERO AÑO NUEVO!
Madrid, Diciembre 2008
cómo se hace uno seguidor de este blog?es preciso tener cuenta en google,yahoo...qué complicao es esto de la informática,espero consejos.
ResponderEliminarme temo que si...en mi caso me he abierto una direccion de correo de gmail (en www.google.com) y con eso ha sido suficiente
ResponderEliminarAyer lo intenté pero mi capacidad para encajar las nuevas tecnologías es muy recortadita y,en todo momento, dependo de que otros me lo aclaren. En este caso ha sido Mané. Miguel... espero que no seas tan rápido para todo pero es fantástico. En estos días estoy muy ocupado con un trabajillo familiar pero... ¡Ya os enteraréis!.
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